La Puerta de Badajoz, que se abre dentro del baluarte del Cubo; en tiempos modernos se cegó y dispuso un nuevo arco más capaz en el lienzo de muralla, por lo que se le viene denominando Arco del Cubo. Sobre la vieja puerta se mantiene una hornacina con un relieve que representa a Santiago Matamoros, que alude a la orden de Caballería a la que estuvo muy unida el linaje de los Feria. Hoy se ha vuelto a abrir y se ha colocado una puerta.
La historia de la Puerta de Badajoz está intrínsecamente ligada al pasado fortificado de la ciudad. Antaño, era la entrada principal, un símbolo de seguridad y protección que acogía a viajeros y defendía la urbe de posibles invasiones. Sin embargo, con el devenir del tiempo y los cambios urbanísticos, su función fue transformándose.
El nuevo arco, ahora conocido como Arco del Cubo, es testigo de la evolución arquitectónica y de las necesidades cambiantes de la ciudad. Aunque su aspecto pueda haber variado, la hornacina con el relieve de Santiago Matamoros aún perdura, recordándonos la importancia de la tradición y la historia en medio del progreso.
Recientemente, la puerta ha vuelto a abrirse, marcando un renacimiento en su utilidad y significado. Es más que una simple entrada; es un portal hacia el pasado, una conexión con las generaciones que la han visto en pie a lo largo de los siglos.
Justo al lado de la Puerta de Badajoz se encuentra el Convento del Rosario, un lugar de profunda espiritualidad y tradición religiosa. Juntos, estos dos monumentos históricos forman un conjunto que nos invita a reflexionar sobre el paso del tiempo, la importancia de la memoria y la trascendencia de nuestro legado cultural.